sábado, 5 de julio de 2008

CRONICAS INDELEBLES

EL PRIMER VAMPIRO

Dos horas luego de pedir la cita entraba al consultorio.

Nos saludamos con el médico dándonos la mano apretada de caballero a caballero. Con la majestuosidad que caracteriza a estos profesionales, el doctor me preguntó qué me pasaba, cuál era la queja o el dolor que sentía.

Sin emitir palabra me senté y tomé un papel anotador y una lapicera del escritorio, y dibuje una lengua.

Tras mis veloces y simples trazos él se mantuvo en silencio aún sin entender de qué se trataba la cita.

Al finalizar, le pregunté, mostrándole el dibujo, cuál era la región en la lengua donde se sentía la sed. Los ojos del doctor se abrieron ejecutados por la rareza de mi consulta. Miró la hoja, volvió a mirarme y tragó una saliva espesa tratando de adivinar la respuesta como si ésta estuviera en la profundidad de su boca.

Esperó pensante los efectos de su búsqueda… y señaló.

-Aquí, me dijo, indicándome con la mina de su lápiz en mi dibujo, la parte trasera del músculo.

-Perfecto, le dije. -Usted sabe donde está la sed. Ahora… ¿puede decirme qué se siente?...

Intuí que el doctor había anulado el factor sorpresa que lo enmudeció en un primer momento, y ahora, más reflexivo y más curioso por el objetivo de mí consulta, me dijo:

-Se siente necesidad…

-¿Siente eso ahora?, le pregunté.

-Si. Me respondió sin vacilar.

-Bien… Hagamos de cuenta que entre usted y yo hay un vaso lleno de agua. Tome el vaso y beba. Le ordené.

El hombre me miró entrecerrando los ojos inciertos por la peculiaridad de este acontecimiento al que accedía sin titubeos.

Con un aspecto esotérico y cuidadoso dudó un instante y tomó el vaso imaginario, terminó de cerrar los ojos compungidos, y bebió echando la cabeza hacia atrás como tragándose todo el agua de un solo trago.

Al llegar al final del vaso, en ese instante en que la cabeza se recuesta, el hombre abrió los ojos hacia el techo como si hubiese entendido fugazmente todo.

Volvió la mirada al frente observándome, pasándose la lengua por los labios rasposos, lamiéndose y relamiéndose con talento felino, abriendo y cerrando la boca levemente; mirando el vaso, moviéndolo; intentando nuevamente vulnerarlo, ahora, ya mas exagerada y animalezcamente.

Perdiendo todo significado cabal de su prontuario profesional, el enajenado doctor se llevaba el vaso a su boca nuevamente y se inclinaba casi horizontalmente hacia atrás equilibrándose en las dos patas traseras de la silla, como si la gota rebelde de un denso néctar no quisiera deslizarse por el cuerpo del recipiente hacia la muerte viviente en su garganta. Ahora, el médico había perdido definitivamente la compostura.

Antes que aquella mutación, mezcla entre delantal blanco y roedor lunático se completara, le pregunté:

- ¿Doctor… qué siente?

El hombre me miró con desolación y violencia, tenía ojos de perro y un sudor le lubricaba la cara y deslucía su anterior formal presencia.

-SED, me respondió dolorosamente con una voz agrietada.

-¿Ahora entiende doctor, no puedo saciar mi sed, que me aconseja?

El médico lo supo todo, como si no hubiese falencias ni discriminación en la situación que se le había presentado.

Recomponiéndose del infortunio desajustó su corbata, e impostando la voz, imitando aquel porte que le era característico antes de esta cita, dijo:

-Siempre he dado la cura a mis pacientes, nunca le he faltado a ninguno de ellos, llevo años en esta profesión y nunca se me hizo una recriminación con respecto a mi trabajo, esta no será la excepción.

Y mientras él desenfundaba su cuello largo y húmedo de adentro de sus ropas, yo le sonreía, revelándole mi perfecta dentadura.

El agente furtivo

2 comentarios:

enanoide dijo...

man...me sorprendes dia a dia, segui timoneando...viento en popa... saludos

mauro frontman dijo...

Amigo, compañero de búsqueda, te felicito por esta desnudez. Las palabras sinceras andan en pelotas. Te acompaño y te tiendo la mano.
Abrazo.