viernes, 22 de agosto de 2008

AL QUIJOTE LA MANCHA

Al hilo la baba
Al hueso la carne.
Al incendio el río.
Al inodoro la caca.
Al orden la madre.
Al desorden la madre.
Al indeciso la culpa.
Al amor la vergüenza.
Al amor la nostalgia.
Al amor las palabras.

A las palabras.
Al amor.

Al niño la niña.
Al pensamiento la lentitud.
A la diécisis de la mueca; el espejo, la cuesta, el infortunio.
A la serpiente el corazón.
A la madre el hijo.
Al hijo el chirlo.
El humo al pulmón.
A la paz, la ninfomanía anégrica de la serpiente; como al pensamiento.
Al corazón la grasa que tapa la arteria.
A la arteria la grasa que tapará el corazón.
Al corazón la verdad.
Al ritmo el escalpelo.
Al quirófano el doctor.
Al doctor los remedios.
A los remedios la cucharada.
Al ingeniero los planos.
Al mundo el ingeniero.
A la simbiosis la terapia.
A la terapia el terapeuta, al terapeuta las pautas, a las pautas los puntos, a los puntos el pensamiento, al pensamiento la lentitud, a la lentitud la indecisión, a la indecisión la culpa, a la culpa la madre, a la madre el chirlo, al chirlo el hijo, al hijo el desorden, al desorden el orden, al orden la madre, a la madre el niño, al niño la niña, a la niña la diécisis, a la diécisis la mueca, a la mueca el espejo, al espejo la cuesta el infortunio la serpiente y el corazón, al corazón la verdad, a la verdad el humo, al humo el pulmón, al pulmón el doctor, al doctor el quirófano, al quirófano la anégrica, a la anégrica el pensamiento que pende de un hilo, a la baba los remedios, a los remedios la cucharada, a la cucharada la simbiosis, a la simbiosis la terapia, a la terapia el amor, al amor el hueso, al hueso la carne, a la carne la caca, a la caca el inodoro, al inodoro las palabras.

B A N G



I

Aparte había muecas torcidas en los rostros en penumbras.
Había armas en los bolsillos interiores de sus sacos.
Eran una logia poderosa, muy poderosa, que tenía arrenmagada la vida de todos sus morosos deudores, futuros muertos, asesinados.

II

El “príncipe” se quito la chaqueta y la sentó sobre el respaldo de una silla mugrienta.
Su lacayo imitó el gesto de su amo con reververancia, salvo que en este caso la chaqueta cayó al suelo.
Los guardosos guardianes rieron burlones. El más burlón disparó al techo, casi con salvajismo.
El “príncipe” levantó la mano, exigiendo que todo volviesese silencio.

III

Una pared cayó. Abejas mortales se dirigían hacia ellos con urgente venganza.
Los cristales de todo lo que era de cristal estalló en cristales aun mas pequeños que lo que originalmente eran. Nunca había llovido vidrios. Si, balas. Si, sangre. Pero nunca vidrios.
Un matón herido, resguardándose detrás de una heladera, prendió un cigarro y contempló la escena. Parecía estar desquiciadamente feliz.

IV

El”príncipe” lloraba y disparaba.

V

Aparte había muecas de supervivencia, como si todo de pronto hubiese eclosionado, como si de repente la pared y el cristal y vaya a saber uno que idiosincrasia putrefacta hubiese cambiado su vigor. Hubiese disipádose en una niebla mortecina.
Las vidas de aquellas logias parecieran cristalizarse en esas lluvias. Amalgamadas por esas muecas. Custodiadas por esa sangre. Rebobinada por esa burla imperante. Domesticada por esa insignia soberana de príncipe-lacayo-guardia y vaya a saber uno cuanta fila de bosta.

VI
Encontró, desde mi mano, La Muerte a los mercenarios libidinosos, administradores de pobreza.

VII

Bang Bang Bang

VIRGENES


Eléctrica: Suecia grita a cien tardes luz de nosotros

Nos deslizamos: retorciéndonos por la tierra y el agua. Positivos, negativos.

Desnudos: nos convertimos en una mierda hermosa de cosas mezcladas;

Un estanque y un círculo.
Una tarde y el campo.
Una voz y una garganta.

Mojada: ¿En cuantos duraznos late un corazón podrido, ahora mismo?

Un parpado: nos quita las miradas.

Una vida entera podríamos haber nombrado antes de tu corpiño.
Tu torso desnudo exclama ¿Y mi corpiño?
Se hundió tres besos atrás en el río.

Los remos: desaparecen flotando en el agua.

martes, 5 de agosto de 2008

LOS COMEN-SALES

Los comensales, abiertos en la mesa, dijeron sus oraciones. Al colectivo imaginario lo pincharon con un tenedor de diez cabezas y se lo comieron con disgusto y sin explicación.
Habían bebido vino y después…
Después el resto de la noche palideció las miradas hambrunas.
Desiertos corrieron en la arena del tiempo y la cena podía llamarse pecado o testamento, música u oficio.
Las comensales, abiertas sus manos, tomadas como eslabones precisos, asistieron a la congoja de los platos playos caídos, de los vasos huecos recónditos. A la saliva de Dios, a la mierda espesa cociéndoles los botones y ajustándoles las corbatas.
Uno de ellos dijo que debía suceder.
El otro remitió intrigante una carta del juez supremo.
La única mujer rota se desnudó en el laboratorio de todos los espermas.
Y el niño miró enmudecido.
La oscuridad había rechinado en la almohadilla del sofá.
Los ojos del eterno se vomitaron de la cara, cayeron a la sopa. Un comensal distraído se los tragó.
Discusión, y después la adrenalina idiota del poder que da un cuchillo en cada mano.
Pero nada, nada pudo salvarlos de la culpa, nada tuvo paciencia, nada en el mundo se disponía a entrometerse. Una fuerza extraña que reside en el destino, truncaba las voluntades, las utopías universales, los rezos, la sangre de cada hombre honesto, leal e íntegro. Un comensal atestiguó tal rareza de la vida, y se puso a pensar antes de que todo sucediera, y mientas sucedía, y hasta que dejó de suceder.
Pensó: “…es como si supiera qué va a ocurrir, como si los estuviese mirando en una película de la que soy parte, es como si, exactamente cada partícula del universo tuviera innato sentido. Ahora, al pensar esto, es como si una nueva segmentación de mi cerebro hubiese despertado de pronto, ¿pero para qué, para morir? Si, para morir. Entonces la vida es una trampa de Dios. Es una estafa de la naturaleza. Nos esforzamos… Seres idiotas, nos esforzamos por evolucionar, por ampliar el espectro de nuestro cerebro, sumidos en nuestras posibilidades mentales, las que nos tocó. Y tristemente a punto de extinguirnos se despierta lo que verificamos como carencia intelectual durante toda nuestra vida, al querer resolver un problema matemático o hasta darle solución a una enfermedad terminal o solo, cuando tuvimos que sentirnos conformes con las limitaciones de nuestro coeficiente.
Todo de pronto vuelve a apagarse, y un chiflido agudísimo en el oído me quiere convencer de que no he despertado nunca…”

viernes, 1 de agosto de 2008

NIÑO IMAGINA I

Le hubiera encantado una historia con una niña rubia, robándole al sol el verano con su rostro.
Le hubiera encantado una historia donde una casa maravillosa se derrumba. Donde un portón antiguo se abre solo para darle paso a él.
Una niña. Siempre quiso una niña rubia que lo mirara fijo en el parque; en un parque pintado en su imaginación, transportándolo a ese mundo de sus ojos y los de ella, mirándose
De niño había estado enamorado de todo aquello; una niña rubia que no pertenecía a ningún rostro concreto, un portón gigante y antiguo, y un parque. A veces el parque lo era todo. De vez en cuando el parque (mas parecido a un jardín) pertenecía a una mansión colonial en ruinas y era ahí cuando el portón tenia sentido. Pero otras veces todo aquel verde impreciso y alucinante estaba en algún lugar; un lugar que no tenia dimensión ni parámetros. También el portón; apenas estaba ahí como fotografiado en su mente.
Y la niña.

NIÑO IMAGINA II

Hubiera querido ser un perro. Un perro desnutrido y vago, no importaba.
Desde el comienzo supo que la humanidad era demasiada vulgar y caótica.

De verdad hubiera querido ser un perro. Si el genio de la lámpara se hubiese presentado, hubiese deseado que lo transformara.
Miraba a los canes con envidia y recelo.
¿Y qué si fuera un perro?
Andaría solo. No atado a la cintura de su madre, ni a los lápices ni a los crayones tóxicos. Y mejor aun, no se hubiera puesto a pensar jamás en el amor de una niña rubia ni en la constelación de aquel parque hermoso que lo invadía en sueños ni en un antiguo portón que se abría cuando recurrentemente pensaba en la muerte.

NIÑO IMAGINA III

Le encantaba imaginar a Oliverio Girondo, aunque no lo conociera, con su padre, aunque tampoco lo conociera; sentados a una mesa, bebiendo vino. Un vino rojo escarlata que les recorría las gargantas y los hermanaba.
Le hubiera encantado mirarlos, ¡pero vamos!, si los miraba, los tenia en la mente; pequeña luz irrepetible.

Oliverio y el padre, serios, pero afables a los cimbronazos del aire entre ellos, puestos en una mesita de café. Imaginaba un café de 1900.
Oliverio de pronto vomitaba un monólogo retardado y profundo, y el vino dentro suyo florecía, y una rabia fosforescente pintaba a su padre sentado en frente que, sedado por las formas de los signos que salían del estomago de Girondo, en las manos y en el torso le nacía una guitarra.
Ay!, como sonreía el niño al imaginar esta escena desalmada y brillante.
Entonces, luego del estallido de sus seres preferidos, él dirigía sus ojos a los dedos de la mano derecha de su padre. Tanto, tanto alargaba la vista que podía observar detenido los bellos y las arrugas, y hasta una uña rota y comida.
Un movimiento resbaladizo aparecía en la muñeca, por eso las cuerdas gritaban a su imaginación con una agonía nueva.
Las paredes derretían a los hombres mientras estos se miraban como piratas de lo metafísico y lo surreal. Y se amaban, los hombres se amaban mientras desaparecían.

NIÑO IMAGINA IV

Sesenta años, imaginó. Cuando tuviera sesenta años un escalpelo en sus ojos podría atar a una mujer a su cuerpo chueco.
Y de su desnudez una niña renacería de algún lugar.
Imaginó que tendría una hija marrón y celeste. Que todo lo que se aferra a la vida, a su vida pequeña, encontraría sentido.
Destilando miedo por los poros, inventaría una hija y la padecería imaginándola y proyectándola todo el tiempo.

Tendría una hija. Marrón y celeste.
Y seria la de su sueños, no importaba como. Dejaría a su imaginación callada en este caso. Dejaría que la realidad le supere el pensamiento. Entonces no adivinaría. Una mujer no se imagina si es que se está tan convencido de su existencia.
Marchito el niño, corrompido por una brisa que pronosticaba el futuro, durmió y transpiró esa siesta junto a su madre.
Un fantasmita rubio le envenenaba los sueños.

NIÑO NO IMAGINA

Embrujado.
Acariciado.
Longevo.
Tensado.
Húmedo.
Enfermo, se sintió el niño cuando imaginó que una mano hurgaba la más delicada y dócil de sus extremidades.

Apartó cualquier rastro de caprichosa fantasía y fluyó sumergiéndose y emergiendo por un río denso y eléctrico.

Por fin había algo en el mundo que podía distraerlo y enajenarlo de su fotosíntesis imaginal.

Un mundo etéreo e infantil lo abandonó ese día, con rumbo hacia otros niños.