viernes, 1 de agosto de 2008

NIÑO IMAGINA IV

Sesenta años, imaginó. Cuando tuviera sesenta años un escalpelo en sus ojos podría atar a una mujer a su cuerpo chueco.
Y de su desnudez una niña renacería de algún lugar.
Imaginó que tendría una hija marrón y celeste. Que todo lo que se aferra a la vida, a su vida pequeña, encontraría sentido.
Destilando miedo por los poros, inventaría una hija y la padecería imaginándola y proyectándola todo el tiempo.

Tendría una hija. Marrón y celeste.
Y seria la de su sueños, no importaba como. Dejaría a su imaginación callada en este caso. Dejaría que la realidad le supere el pensamiento. Entonces no adivinaría. Una mujer no se imagina si es que se está tan convencido de su existencia.
Marchito el niño, corrompido por una brisa que pronosticaba el futuro, durmió y transpiró esa siesta junto a su madre.
Un fantasmita rubio le envenenaba los sueños.

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