sábado, 13 de septiembre de 2008

FUGA

-¡¡¡512!!!- gritó el guardia mientras caminaba hacia la celda.


Estaba dispuesto a morir o matar, pero con qué matar. Con qué morir.
512 sabia que son dos pasos por celda y son cuarenta hasta la suya.

La bota comenzó a tronar con su lustre perfecto en el inmediato instante que la voz del militar roncaba por el aire pronunciando su número.

-Maldito- pensó el preso. Le quedaban dos milímetros para la libertad.
Había comenzado a sentir algo especial por el barrote que le quedaba cortar.

Sintió una especie de fiebre de alcoholemia cuando los pasos pasaban la celda cinco.

Observaba el trozo de fierro primero con ansiedad y terror. Pero cuando la bota estuvo al fin frente a las rejas, le subió una sensación de despedida.
Miró un manchita de oxido que tenia forma de flor. También miró la muequita de la cierra sobre el caño cilíndrico y recordó la boca de su hijo recién salido del vientre. Pero en esos segundos sintió tristeza por el barrote ya que también se sentía solo y quería escapar. Se lo había confesado unas noches antes, cuando empezó a talarlo.

512 acarició la boquita y hasta le dio un beso y el golpe le saco la vista de la ventanita.

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