sábado, 13 de septiembre de 2008

15516910

Debería haber muerto aquella vez. Deberías haberme asesinado en aquel instante incubo. Putrefacto.
Pero si solo hicieras que tus ojos dejaran de aparecer cada vez que no veo nada, todo seria mas transitable, mas llevadero. Cobraría alegre sentido, de pronto. No andaría como un sepultero traumado por la muerte y por la tierra echada encima de sus cajones.

---------------------------------------------------------------------------------------------------

Atiende su voz eléctrica. Me advierto frenético, sediento y seco.
Abre una palabra su aliento. Enrollo el cable en mi dedo con deseos de arrancarlo; de arrancarme todo el cablerío nervioso del cuerpo.
Vuelve a insistir su aliento, su electricidad, su voz con menos empatía.
-¿Hola? ¿Hola?
-Soy yo. ¡ay!, apenas puedo emitir dos palabras, pienso.

-

Su silencio acribilla cada intento oral con lento salvajismo.
-Soy yo, por favor…
Ese por favor pide no ser yo. No ser nunca mas este ente mundano, este cuerpo, esta voz, este aliento, esta idea de hombre. Esta intransigencia de ser.
-por favor, ¿que?. Basta.
¿Basta?
-Si, pero antes…
Antes del basta quiero volver al principio. Quiero exigirle al tiempo que de un paso atrás. Quiero tener el poder de intimidarlo con un arma que no sea mi extinción. Quiero soportar, poder soportar el basta, su electricidad golpeando através del aparato en mi oreja, amputando cada sonido que este fuera de esta conversación. Revienta el “basta” en la caverna auditiva, clausura de luz, por el resto de mi vida, todas las futuras palabras que puedan salir de su boca, que imagino roja, insepulta, pronunciando “basta”, casi gestando una sonrisa.
-…pero antes nada. Olvidate de todo.
Me río, no puedo hacer otra cosa. Debo reír y río, porque sino debo morir. Y en parte ese olvido asesina, despoja algo de mi cuerpo, deja algo vacante en el alma, en los ojos, en el tacto, en la piel. Deja algo vacante en las manos.
Me miro las manos enredadas por completo con el cable del teléfono.
-Ya no van a tocarte.
-¿Qué?
-Mis manos, ya no van tocarte…

-

Creo que ahora, su silencio deseléctrico asiste con afirmación, pero con tristeza.
-Perdón.
¿Qué debo perdonar? A mi debo perdonar por no poder a ella, ¿qué debo perdonar? mi frustración, mi desolación. Esta cabal autoconmiseración. Asquerosa. Escupo el suelo.
Del otro lado, un golpe rotundo y detrás un pitido negro, oscuro; abre un campo de soledad y olvido. Allí voy. Me desenredo, cuelgo el aparato. Y voy…
…a olvidarte, a mirarme las manos huecas y olvidarte.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola amigo, en este momento estoy hablando con vos acerca de este escrito. Dejo para este espacio mi confesión de verme en tal situación, y que de leerte me surge la idea de que deberia ir recolectando fuerzas para el día en que me pase esto. Gracias!!
Un abrazo, Manu.

NM dijo...

Una radiografía de un estado de tu alma. Muy grosso,Luckytas. Tengo una de estas guardadas en mi haber.Leyéndote, he ido a parar a una noche del 2004. Y aunque acá haga 40 grados y Buenos Aires me encante, el viento horrible y estúpido de La Plata me arrastra por una diagonal sucia y aburrida. Tengo 20 centavos, frente al puto teléfono público. En segundos más, me van a destrozar.Me voy a estrellar.