lunes, 12 de octubre de 2009

VÁSVAGOS

Brújula; aparentas extrañar mi orientada decencia. Y no hay un grito en tu quimera, ni agujas. Le dices al reloj ser la primera y el pobre ha quedado dando vueltas a esa rueda de los días, buscando con locura una mísera respuesta a su existencia, sin advertir que su existencia es la locura misma y la rueda de todas las ruedas.

Brújula; quisiste interrogarme en el bosque, entre la noche y los fantasmas. Te apropiaste de mi esperanza en las aventuras, y exigiste con ese dinamismo inconcluso de tus coordenadas que me arrepintiera al bramido de mis puntos cardenales.

Paradigma maligno que desvelas y enfureces. Eres una conciencia nula. Algo rendido, insensato. No sabes a donde me dirijo, con que precaria anatomía soporto todas las crueldades.

Ni reloj ni nada. Amuleto del destino. Pausa. Sé que vienes de las estrellas a la nada, se que indicas éxito, camino. Pero apuntas vacilante a todos los incestos del futuro, y te arrullas sin poder reprocharte nada en los holocaustos de los bolsillos perdidos.

En la mar, amiga, eres perfecta conmensura, pero te evades de la responsabilidad que tiene el alquitrán de tu liquido. Te arrepientes de comandar marines, artefacto del infierno, y sepultas a miles de barcos complotada con las profundidades. A cuántos perdidos, a cuántos les has arrancado sus banderas. Y siempre vuelves con sonrisa de oráculo a la mano desesperada de los errantes. Y el extravío te consume el habla, y es tu yo como el hartazgo, y con esquizofrénica amargura te enloquece el magnetismo.

Sé, desesperada bruja, que eres brújula únicamente en los ojos del desorientado. Que ni mi pecho como mi palma te regalarán inútil vida de nuevo. Para eso esquivo los caminos mas transitados y escucho ensordecido mi indicador natural, el rugido de lo interno.

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