sábado, 16 de mayo de 2009

LA DESICENCIA DE LOS VECINOS.

Cuando me decida voy a ser ese poeta que fuma en calzoncillos en su balcón, desde tu ventana de la casa de enfrente.
Cuando me decida, también puedo ser el mismo poeta apagándose en su cuarto con el relumbrón del velador en las paredes que se ven a través del balcón, desde tu ventana de la casa de enfrente. Después de que termine de escribir.
Pero, sin antes decidirme, puedo dejar de ser el poeta que se sabe que es poeta porque fuma semidesnudo en su balcón, o el mismo poeta muriéndose cada noche al apagar el velador. Y también el balcón puede dejar de ser balcón para el poeta, y hasta la ventana puede dejar de ser para el balcón; y la ventana, también, puede dejar de estar en frente con su respectiva casa, que dejarás deshabitada cuando ya todo deje de ser sencillamente, cuando vuelvas con tu mirada de estudiante a sacar tu observación de la ventana y vuelvas la concentración a tus apuntes, evitando palidecer ante la percepción de que todo se desvanece; poeta, balcón, ventana, casa, vos y tus apuntes.
Esto claro, cuando nos decidamos o cuando los mismos elementos que nos rodean lo decidan.

ANEMIAS DEL SABIO

Soy un sabio. Cuando tomo la sopa me gusta absorber con fuerza el arroz que queda hundido entre mi barba.
Soy un sabio. La gente piensa que cuando yo les hablo reconocen su verdad lumínica. Pero en realidad, cuando les hablo solo estoy mirando como se achican y se agrandan sus pupilas, por eso invento ideas descabelladas. Me gusta llenarlos de caricias. Hay algunos que no se dejan tocar mucho, a mi me gusta dar abrazos, con esa gente no me junto.
Soy un sabio. Sé como hacer para que el mundo brille como mis zapatos al lustrarlos, pero no consigo andar descalzo.
Soy un sabio. Tomo Coca-Cola y como pochoclos mientras miro películas. Río por cosas inútiles, y me resisto a fingir, ¿será por eso que algunos se paralizan y otros se deslumbran?
¿Soy un sabio?, parezco una calco manía, una simple gota, un ladrillo viejo. Un ventiluz.
Soy un sabio. Mi mujer no me cree, pero a mi me lo dijo un gaviota salvador. Lindos serian los niños a mí alrededor, en cambio ando rodeado de alucinados, románticos, algunos fanáticos, y otros sin razón.
Con lo erudito me confunden, pero, como al arroz que absorbo de mi barba, muere en mi la violencia y la redundancia de los demás, y nace, y se transforma en eternidad el amor.