jueves, 13 de noviembre de 2008

CUANTITATIVOS

¿Hace cuanto que no lloras?

¿Hace cuanto que no te miras al espejo?

¿Hace cuanto que no te emocionas con nada?
¿Hace cuanto que no te vistes con aquel fucking vestido que te hace sonreír las putas poquitas veces que te miras al espejo?

¿Hace cuanto que no te emborrachas, que no juegas a las escondidas?

¿Hace cuanto que no te raspas los codos, que no andas en bicicleta, que no tiras las piedras?

¿Hace cuanto que disimulas, que escondes tu rostro cuando te avergüenzas, que escupes a escondidas en un rincón del fucking mundo, tu fucking felicidad, como si fuera un puto pecado llevarla encima?
¿Hace cuanto que no gritas eufórica?

¿Hace cuanto que no oyes tu nombre salir de tu boca?

¿Hace cuanto que no cantas la maldita canción que ya has olvidado?

¿Hace cuanto que no follas? ¿Hace cuanto que no te acaricias los ojos?
¿Hace cuanto que no recuerdas cuando nos vimos y te explique que te amaba?
¿Hace cuanto olvidaste estas preguntas en el fondo de un cajón?

¿Hace cuanto que no respondes a tu nombre? ¿Hace cuanto que te llamo?

Plegaria ínfima (e interrogativa)

A quien podemos pedir que nos inspire.

Quién donará un gramo de candor, un puñado de letras que se me hagan irreversibles en

la piel, en la lengua y en las manos.

Quien poseerá la humildad de rescatarnos con un soldadito de plomo en el bolsillo y una

flor en la solapa del saco.

Quién se nos presentará con feminismo, con amasculismo para divertirnos como si fuera

un personaje de historieta cómica. Quien tendrá tal decencia.

Quién nos podrá obligar con diplomacia y sabiduría a decir algo decente.

Quien nos cambiara la mirada con solo frotar sus manos. Quien me acariciará el cabello

provocándome escalofríos eléctricos por todo el cuerpo.

No hay nada de que hablar.

Ni de ese que no aparece podemos inventar algo.

Es la hora en la que el escritor deja de ser escritor, se pierde en su talento, en su oficio.

No se reconoce y siente que nunca podrá volver a hacerlo.

TRANSFOCO

Sé que si apago la luz te transportarás hasta aquí.
Es que mi cuerpo te llama. No yo. Él te exige.

Sé. Feacientemente sé; luego de explorar mil noches apagadas.

Pero te has hecho fuerte. Ahora logras atravesar la luz.

Sé. Entonces. Feacientemente sé.
Luego de explorar las mismas mil noches encendidas.

Que con apagar y encender una lamparita no podré desvanecerte.

FUGADAS PALABRAS

Las palabras llegan agitadas, mirando hacia atrás, aterradas por el paso troncazo del tiempo que les viene persiguiendo el rastro desde el primer dialecto hablado.

Se arrojan, inmolándose, al cavernáculo vascular, como emigrando de ilegal hacia los transformismos y las decadencias de un miserable poeta, que mal que mal, las seguirá manteniendo vivas.

VISPERAS DE LOS DIAS INOLVIDABLES

Gente divina, un vals. No puede ser otra cosa la vida, un vals.
La suerte; tu nombre. Nuestros nombres.

Profundo verde nos abraza, los bichitos se nos meten con cosquillas y va el cielo seducido por el sol.
Y nosotros también un poco.

Percudimos en la puesta:
Los parpados angustiados de tanto cartel. Los oídos angustiados de tanto motor, la piel ennegrecida de tanta grasa.

Nocturnas en sol, se adivinan nuestras voces carcajeando.
Muscular, nuestra alegría. Platónica, nuestra cosmogonía.
Abstraídas, nuestras mentes. Ocultos, nuestros temores.

Inolvidables, nuestros días.

NUNCA JAMAS

Y recuerda; los hombres detectan tan inconscientemente todo que creen que el amor es un sueño y que la destrucción de sus propias manos es su peor pesadilla.
Y recuerda; las cosas están en su preciso lugar.
Y un ajedrez puede ser el mundo.
Una estratagema, el amor.
Pero nunca, nunca jamás, un misterio el hombre, sino sus frutos.
Y nunca, nunca jamás, un golpe el abrazo, sino sus consecuencias.
Y nunca, nunca, un beso una flor, sino su quietud.
Y recuerda. Recuerda que hay que inolvidar.